lunes, 25 de mayo de 2015

Conceptos e información relevante sobre los cantos VI y XXII de la Ilíada

Curso de Literatura - Prof. Cecilia Pouso (2°BD)
Material de apoyo – Exposiciones sobre los cantos VI y XXII de la Ilíada

La importancia de las honras fúnebres en el mundo homérico.

La antigûedad entera estaba persuadida de que sin la sepulture el alma era miserable, y que por la sepulture adquiría la felicidad eterna. No bastaba con que el cuerpo se depositara en la tierra. También era preciso observar ritos tradicionales y pronunciar determinadas formulas. Sin estos ritos las almas permanecían errantes y se aparecían a los vivos. De hecho, se temía menos a la muerte que a la privación de la sepultura.

El Hades o reino de los muertos.

Se trataría de una región donde todas las almas, lejos de su cuerpo, vivían juntas y donde se discernían penas y recompensas, según la conducta que el hombre había tenido durante su existencia.

Nobleza y areté.

“Paideia” del hombre griego (educación, formación): la educación es una función tan natural y universal de la comunidad humana que, por su misma evidencia, tarda mucho tiempo en llegar a la plena conciencia de aquellos que la reciben y practican. Su contenido es en todos los pueblos aproximadamente el mismo y es, al mismo tiempo, moral y práctico. Así se observa entre los antiguos griegos, en forma de mandamientos tales como: honra a los dioses, honra a tu padre y a tu madre, respeta a los extranjeros. En parte consiste en una serie de preceptos sobre la moralidad externa y en reglas de prudencia para la vida, transmitidas oralmente a través de los siglos; en parte, en la comunicación de conocimientos y habilidades profesionales.
De la educación, en este sentido, se distingue la formación del hombre, mediante la creación de un tipo ideal íntimamente coherente y claramente determinado. La educación no es posible sin que se ofrezca al espíritu una imagen del hombre tal como debe ser (el “ideal”).
La historia de la formación griega –el acaecimiento de la estructuración de la personalidad nacional del helenismo, de tan alta importancia para el mundo entero- empieza en el mundo aristocratic de la Grecia primitiva con el nacimiento de un ideal definido de hombre superior, al cual aspira la selección de la raza.
El concepto de areté es usado con frecuencia en Homero, así como en los siglos posteriores, en su más amplio sentido, no solo para designar la excelencia humana, sino también la superioridad de seres no humanos, como la fuerza de los dioses o el valor y la rapidez de los caballos nobles. El hombre ordinario, en cambio, no tiene areté. Este es el atributo propio de la nobleza (los aristoi).
En Homero una característica esencial del noble es el sentido del deber. La fuerza educadora de la nobleza se halla en el hecho de despertar el sentimiento del deber frente al ideal, que se sitúa así siempre ante los ojos de los individuos.
Dentro del grupo de nobles que se levanta por encima de la masa, hay una lucha para aspirer la premio del areté. La lucha y la victoria son en el concepto caballeresco la verdadera prueba del fuego de la virtud humana. Originalmente el término significó destreza guerrera, luego adoptará otras virtudes espirituales como parte de su caracterización. Por ejemplo, el honor se encuentra estrechamente relacionado con el areté.
En cierto modo es también posible afirmar que la areté heroic se perfecciona solo con la muerte física del héroe. Si bien se encuentra en el hombre mortal, se perpetúa en su fama, es decir, en la imagen de su areté, aún después de su muerte.

Situación central del canto XXIV: muerto Héctor, Aquiles intenta saciar el odio a su enemigo, arrastrando por el polvo su cadáver. Príamo y Hécuba, por su parte, padecen con desesperación la muerte de su hijo. El anciano “tenía en la cabeza y en el cuello abundante estiércol que al revolcarse por el suelo había recogido con sus manos.” El gesto resulta doblemente simbólico: actitud ancestral del doliente (los judíos realizan su duelo sentándose únicamente en el suelo durante siete días), y a la vez duplicación, se inflige al cuerpo del padre vivo el mismo daño de que es objeto el cuerpo del hijo muerto. Cuerpo muerto, pero, sobre todo –he aquí lo insoportable- cuerpo ausente. Y es que el tema del canto, en la doble modulación homérica del espacio olímpico y humano, es la recuperación del cadáver de Héctor. Antes de que se resuelva en el terreno humano, la necesidad de que Aquiles devuelva el cadáver para que reciba las debidas honras fúnebres se asume como exigencia en el mundo de los dioses, y Zeus convoca a Tetis para que trasmita el mensaje a Aquiles: “Dile que los dioses están muy irritados contra él y yo más indignado que ninguno de los inmortales, porque enfureciéndose retiene a Héctor en las cóncavas naves y no permite que lo rediman; por si, temiéndome, consiente que el cadáver sea rescatado. Y enviaré la diosa Iris al magnánimo Príamo para que vaya a las naves de los aqueos y redima a su hijo...” Es que el mandato de sepultura está inscrito en las leyes divinas, según predica Sófocles en “Antígona”, cosa que también sabe Aquiles. Este “saber” revelado en el sueño en que, según se nos relata el Canto XXIII, se le presenta el alma de Patroclo, el amigo amado cuya muerte ha estado llorando Aquiles, diciéndole: “¿Duermes, Aquiles, y me tienes olvidado? (...) Entiérrame cuanto antes, para que pueda pasar las puertas del Hades; pues las almas, que son imágenes de los difuntos, me rechazan y no me permiten que atraviese el río y me junte con ellas, y de este modo voy errante por los alrededores del palacio, de anchas puertas, de Hades.”
Es necesario comprender la importancia del ritual de sepultura en la cultura griega, lo mismo que hoy en día, la necesidad de realizar el acto ritual de sepultura para que el acto simbólico del duelo tenga lugar en la psiquis de las personas. Por eso, la imposibilidad de dar satisfacción a esa necesidad desemboca en la proyección invertida de su angustia por parte del doliente, que atribuye al alma del muerto el destino de vagar sin descanso, lo que en realidad es la condena (ser “un alma en pena”) sufrida por los vivos: la imposibilidad del propio descanso, ante el fantasma del muerto no debidamente llorado. Hace falta sepultar el cadáver después de haber saciado el ansia de llanto, como les sucede a Príamo y Aquiles, para que los fantasmas dejen de ser los perpetuos desterrados a orillas del Aqueronte. Es en ese sentido profundamente simbólico el mito, presente en tantas culturas, del río que debe atravesar el alma para llegar a “la otra orilla”. Existiría así la percepción de un tiempo “peligroso” (previo a la sepultura), entre el alejamiento de los vivos y el tiempo sagrado de unión con los ancestros, que se espacializa en el cruce de las aguas separadoras. Desde esta perspectiva, el ritual de sepultura dramatiza esa separación imperiosa expresada en el mito. Es a esa necesidad que responde el acto “insensato” de Príamo, que se arriesgará, contra toda lógica de prudencia humana, a presentarse en el campamento enemigo, ante el propio Aquiles, a suplicar la devolución del cadáver de su hijo. Claro que ese acto está refrendado por la voluntad de Zeus y amparado por la protección de los dioses, y sólo esa podría ser la justificación homérica de tal osadía por parte de un padre desesperado, y de tal receptividad por parte del enemigo odiado. Y así, contra el ruego de todos los suyos, solo con la compañía de un anciano, llevando en el carro el tesoro que ofrecerá como rescate, Príamo llegará sin ser visto, a la tienda de Aquiles. Ese encuentro es, en su intensidad, una escena que conmueve al lector. En el silencio de la noche, “El gran Príamo entró sin ser visto, y acercándose a Aquiles, abrazóle las rodillas y besó aquellas manos terribles, homicidas, que habían dado muerte a tantos hijos suyos.” Con el trasfondo del estupor que causa su presencia, Príamo dirige su ruego a Aquiles, recordándole a su padre, que, como el propio Príamo, padece los males de la vejez y la lejanía del hijo. Sólo que, a diferencia de aquél, Príamo ha perdido en la guerra a casi todos los cincuenta hijos que diferentes mujeres dieron a luz en su palacio, y ahora ha venido a rogar por aquel “que era único para mí y defendía la ciudad y a sus habitantes”. “Respeta a los dioses, Aquiles, y apiádate de mí, acordándote de tu padre; yo soy aún más digno de compasión que él, puesto que me atreví a lo que ningún otro mortal de la tierra: a llevar a mis labios la mano del hombre matador de mis hijos.” Es necesario el valor de un corazón “de hierro”, como dirá Aquiles admirado, para cumplir el gesto ritual del suplicante, abrazar las rodillas y besar las manos de aquel que le ha infligido uno de los peores males que pueden sufrirse: la muerte de un hijo y la ofensa de su cadáver.

Bibliografía de consulta:

- De Coulanges, F. La ciudad antigua. Estudio sobre el culto, el derecho, las instituciones de Grecia y Roma. Madrid, Daniel Jorro Editor, 1920.|
- Jaeger, W. Paideia: los ideales de la cultura griega. México, Fondo de Cultura Económica, 1933.
- Morón, V. “Los avatares del duelo. Encuentro de Príamo y Aquiles”. APLU, 2015.

lunes, 20 de abril de 2015

Puntos más importantes de la querella entre Aquiles y Agamenón (canto I)



*Luego de que Calcante anuncia ante todos los griegos que el dios Apolo está enfurecido con los griegos por la forma en que Agamenón lo ofendió –a través de su ofensa a Crises- Agamenón reacciona “afligido, con las negras entrañas llenas de cólera y los ojos parecidos al relumbrante fuego…”. En este símil se enfatiza la ira de Agamenón identificando la mirada con el fuego vivo, relumbrante, como imagen de la pasión enardecida del personaje que ha sido dejado en evidencia públicamente.

Agamenón dirige inicialmente su ira contra Calcante, desprestigiando su don adivinatorio: “Siempre te complaces en profetizar desgracias y nunca dijiste ni ejecutaste nada bueno.” A continuación, el jefe del ejército griego intenta justificar su actitud comparando a Criseida con su esposa, Clitemnestra. La comparación exalta la belleza y la inteligencia de Criseida (componentes del areté femenino). Por último, legítimamente por su condición de líder del ejército y para no rebajar su areté de guerrero, Agamenón reclama una compensación para la pérdida de Criseida (ya que dice que su prioridad es el pueblo, por lo que hará lo que le piden, devolviendo su botín de guerra a Crises).
Aquiles responde de forma individual argumentando que Agamenón debe esperar para verse recompensado por la pérdida de Criseida, hasta que “algún día” los griegos puedan conquistar Troya. Aquiles comienza refiriéndose a Agamenón irónicamente como “gloriosísimo, el más codicioso de todos”. Estos son otros elementos que agravan la tensión ya planteada entre los personajes desde el comienzo del agora convocada por Aquiles y no por Agamenón. ¿Qué poder tiene Aquiles sobre el líder del ejército para decirle que debe esperar, siendo el único griego que se quede sin botín?
Esto enfuerce a Agamenón quien acusa a Aquiles de burlarse de él. Inmediatamente amenaza a Aquiles en primer lugar y luego –intentando tal vez bajar el tono de sus palabras- a otros guerreros (Ayante, Ulises) con llevarse a alguna de sus mujeres (producto del reparto de los botines de guerra) para lograr compensar la pérdida de Criseida. Este planteo es también una demostración de poder por parte de Agamenón, frente a todo el ejército. Por último, Agamenón dice que lo primero es devolver a Criseida y que en otra ocasión retomarán el tema.
La amenaza de Agamenón es tomada de forma totalmente personal por parte de Aquiles y este es el punto en el que se desencadena la cólera del semidiós. Nuevamente, insulta a Agamenón tratándolo de “impudente y codicioso”. A partir del verso 149 es donde Aquiles hace el planteo más importante de la querella, intentando desprestigiar a Agamenón frente a todos los griegos, dudando de su poder de mando y de la legitimidad de su liderazgo. Argumentos utilizados por Aquiles:
- Él no siente que tenga ninguna razón personal que lo obligue a pelear contra los troyanos (esto podría incitar a otros guerreros a pensar lo mismo). En ese sentido, cuestiona la propia legitimidad de la guerra: “te seguimos a ti, grandísimo insolente, para darte el gusto de vengaros de los troyanos a Menelao y a ti, ojos de perro.” El motivo de la guerra (el rapto de Helena, la esposa de Menelao que se ve deshonrado frente a todos los griegos) queda así reducido a una especie de capricho sin importancia. El insulto “ojos de perro” aparece en reiteradas ocasiones sugiriendo la cobardía y la sumisión de Agamenón, su falta de valentía y liderazgo.
- En segunda instancia, Aquiles expone un argumento que lo afecta individualmente; compara las recompensas que él recibe luego de cada victoria con las que se le otorgan a Agamenón, diciendo que “la parte más pesada de la impetuosa guerra la sostienen mis manos” y, sin embargo, recibe una recompensa mucho menor que la de Agamenón (cosa que, por otra parte, está justificada por el hecho de que Agamenón es el jefe del ejército).
- Finalmente, Aquiles anuncia que por los motivos que expuso, decide retirarse de la guerra volviendo a su patria (Ftía/Ptía). Esta es una consecuencia inmediata de la querella que traerá importantes consecuencias a largo plazo para todo el ejército que intentará en reiteradas ocasiones convencer a Aquiles de que debe volver al campo de batalla (esto solo se produce en el canto XIX, luego de la muerte de Patroclo, el gran amigo de Aquiles).
Agamenón mantiene su postura y sugiere cobardía por parte de Aquiles al decirle: “huye, pues, si tu ánimo a ello te incita…”. Luego de esto, confirma que retirará a Briseida de las tiendas de Aquiles.
Aquiles reacciona de manera totalmente irracional y siente un fuerte impulso que lo incita a matar a Agamenón allí mismo. Este es el CLÍMAX de la querella. Se destaca la forma en que el aedo (cumpliendo la función de un narrador omnisciente) hace referencia al pecho y al furor de Aquiles que se encuentra en conflicto entre lo que le indica el corazón y lo que le aconseja la mente.
Intervención divina para calmar a Aquiles: Palas Atenea. ANTI-CLÍMAX. La diosa, hija de Zeus, favorecedora de Aquiles, se le presenta solamente al heroe (capacidades de los dioses griegos) y le promete futuras recompensas por la ofensa que Agamenón le ha hecho al quitarle a Briseida.
Nuevamente, Aquiles insulta a Agamenón, reprimiendo su impulso y obedeciendo a la diosa. JURAMENTO SOBRE EL CETRO: “algún día los aqueos todos echarán de menos a Aquiles, y tú, aunque te aflijas, no podrás socorrerlos cuando muchos sucumban y perezcan a manos de Héctor, matador de hombres. Entonces desgarrarás tu corazón, pesaroso por no haber honrado al mejor de los aqueos.” Es de destacar la forma en que Aquiles habla de sí mismo en tercera persona gramatical, destacando su valor para el ejército. Estas palabras se volverán premonitorias de la suerte del ejército y así sera. No olvidemos que Aquiles habla con la seguridad que le dio la diosa acerca de que sería recompensado en el futuro.
Intervención de Néstor, anciano sabio, representante de la sofrosine (la mesura, el ideal del equilibrio y el justo medio para conciliar las posiciones enfrentadas).

Conceptos importantes:

Hybris- actitud soberbia del guerrero que desconoce o desprecia la superioridad divina y que incluso osa compararse, sintiéndose más poderoso (en este caso la falta parte de Agamenón hacia Apolo, a través del mal trato hacia Crises)
Areté (masculino y femenino) – Este concepto es propio del mundo de los aristós (aristócratas guerreros que perpetúan su condición de generación en generación por línea masculina, de padres a hijos). Dentro del mundo masculino, el areté del guerrero incluye fuerza y habilidad en el manejo de las armas, así como valor y defensa del honor y la honra frente a los otros guerreros y en relación a su herencia familiar (de hijos a padres y viceversa). A su vez, las mujeres que forman parte de este mundo también deben reunir una serie de cualidades y habilidades: belleza física, inteligencia y destreza para las tareas del telar y la crianza de los hijos.
Sofrosine – Cualidad de la mesura, el equilibrio, la búsqueda de un ideal armónico que se opone a la desmesura de la soberbia, al hybris. En el canto I el principal representante de la sofrosine en el plano humano es Néstor quien, además, representa la sabiduría por su propia condición de anciano.

Recursos literarios:

Epíteto – “el que hiere de lejos” (Apolo), “la de los níveos brazos” (Hera), “celerípede / el de los pies ligeros” (Aquiles), “la de hermosas mejillas” (Briseida), “la joven de ojos vivos” (Criseida).
Símil – “Iba parecido a la noche” (Apolo), “los ojos parecidos al relumbrante fuego…”(Agamenón).

Dioses que aparecen en este canto: Febo Apolo, Hera, Palas Atenea y Tetis.

martes, 24 de marzo de 2015






Estructura interna del Canto I de la Ilíada

1. Invocación  a la diosa (se presume que podría tratarse de Mnemosine, diosa de la memoria y madre de las musas inspiradoras, o Calíope, diosa del canto épico)
- Catáfora o Prolepsis, se anuncian las dos cóleras, la de Aquiles y la de Apolo pero no se revelan las causas.
2. Episodio Crises – Agamenón. Origen de la cólera de Apolo.
3. Súplica de Crises a Apolo.
4. La peste y la convocatoria al agora: a) Aquiles; b) Calcante pide protección; c) comienza la          querella entre Aquiles y Agamenón; d) Néstor intenta mediar.
5. Disolución del agora.
6. Criseida (esclava de Agamenón) y Briseida (botín de guerra de Aquiles).
7. Súplica de Aquiles a Tetis (Aquiles como semidiós)
8. Ulises en Crisa.
9. Tetis y Zeus en el Olimpo.
10. Zeus y Hera.
11. Hefesto intenta consolar a Hera, su madre.

lunes, 23 de marzo de 2015

Genealogías y mapas













 MATERIAL DE APOYO  - UNIDAD I – LITERATURA GRECOLATINA
Prof. Cecilia Pouso



Períodos en la literatura griega.

1. Período pre-homérico (siglos XX al IX a.C.)
Este período corresponde a la cultura creto-micénica, que hacia el siglo XIV es destruida por los aqueos que se establecen en el Peloponeso. Las distintas expediciones guerreras de los aqueos darán lugar a la llamada “Edad Heroica” que proporciona temas para la epopeya.

2. Período jónico-dorio (siglos IX al VI a.C.)
Es en Jonia, sobre las riberas del Asia Menor, que se revela el genio griego con sus primeras creaciones. En este período llegan a su esplendor la épica y la lírica. Los poemas homéricos son los únicos testimonios que se conservan de esta época.
La lírica se desarrolla entre los siglos VIII y VI. Al final de este período aparecen la prosa y la filosofía, si bien todavía con una importancia secundaria.

3. Período ático (siglos V y VI a.C.)
Entre otras razones, este período recibe su nombre del uso del dialecto ático en los géneros que se destacan. A su vez, se produce un desplazamiento desde Asia Menor hacia Ática del centro de influencia política, económica y cultural debido al predominio de Atenas después de las Guerras Médicas . Es el gran período creativo de la literatura griega. La gran creación literaria de esta época es el drama bajo sus diferentes formas: tragedia, comedia y drama satírico. Ahora el drama ocupa el lugar de la poesía lírica, que pasa a un segundo plano.

4. Período alejandrino (siglos III y II a.C.)
Las conquistas de Alejandro terminan con el predominio politico de Atenas y, por consiguiente, con su supremacía literaria. Alejandría, edificada por el conquistador, se transforma en pocos años en una de las más grandes ciudades del mundo. Se la reconoce entonces como el foco principal de la alta civilización griega, sin embargo, en el transcurso del siglo II a.C., Roma crece día a día y comienza a opacar el mundo griego. En el año 146 Grecia se convierte en una provincia romana y los griegos letrados o sabios terminan abandonando su patria. Desde el final de ese siglo se puede decir que Roma es realmente el centro del mundo civilizado.
Es en este período cuando se reúne gran parte de los mitos que llegan a nuestros días.





Formación de los poemas homéricos.

Los poemas más antiguos de la literatura occidental (y según algunos críticos, los más grandes) son la Ilíada y la Odisea, de Homero. Se trata de poemas épicos, es decir, largos poemas narrativos, compuestos cada uno de ellos por 24 libros o cantos, de extensión variable, entre 450 y 1200 versos. Las dos epopeyas hacen referencia a relatos de la edad heroica y tienen como trasfondo histórico la Guerra de Troya (sucedió realmente en el siglo XII a.C. y duró diez años)
En base a relatos legendarios (leyendas) y mitos, el argumento de la narración parte de que la causa de la guerra fue el rapto de Helena, una mujer inigualable en belleza, esposa de Menelao, hermano de Agamenón, rey de Micenas y líder del ejército griego. Helena fue raptada por Paris, hermano de Héctor, héroe del ejército troyano e hijo del rey Príamo; durante una visita a Esparta, ofendiendo el honor y también la hospitalidad de Menelao que lo había invitado. Ante esta situación, Menelao solicita ayuda a su hermano Agamenón, para vengar su honor. Así, se arma una flota que parte contra Troya. La Ilíada cuenta los acontecimientos que ocurren en los últimos cincuenta y un días del décimo año de la guerra.
Los poemas de Homero se sitúan en la Edad Arcaica. Presentan el mundo de la aristocracia panhelénica  que controla el poder económico, social y politico. La aristocracia es la protagonista y destinataria de los poemas épicos. Esta literatura es testimonio de los valores sociales, politicos y éticos de esta clase social.
La Ilíada y la Odisea tienen su origen en la poesía oral y se plasman por escrito en torno al siglo VIII a.C. El texto que manejamos hoy es producto de una labor exhaustiva de eruditos helenísticos que trataron de devolverle al texto su forma primitiva.
Los poemas homéricos tienen como punto de partida mitos griegos. Los mitos también se conforman a partir de reelaboraciones de remotos hechos históricos, transformados por el tiempo y por la transmisión oral.
En el siglo VIII se introduce el alfabeto en Grecia. La escritura será el vehículo de fijación definitiva de los poemas y marca el pasaje de la cultura oral a la escrita. Tanto la Ilíada como la Odisea presentan un sistema formulario  que indica que pertenecieron originariamente a una cultura de la oralidad.

Se pueden distinguir dos etapas en el proceso de formación de los poemas homéricos:
a- Aédica (Los aedos, del griego ἀοιδός, aoidós, «cantor», en la Antigua Grecia eran artistas que cantaban epopeyas acompañándose de un instrumento musical. Los aedos fueron más o menos el equivalente de los bardos celtas) En esta etapa la transmisión del poema es exclusivamente oral, lo cual mantiene al texto en un estado de permanente reelaboración. Se recitaban las composiciones públicamente y de manera fragmentaria, por episodios sueltos o ligados por un tema.
b- Rapsódica. Esta etapa corresponde a la fijación definitiva del texto y su conservación escrita. El rapsoda es un co-creador de la narración final ya que se encarga de organizar y vincular las distintas composiciones en un solo relato. Para ello utiliza distintos recursos: estilo o discurso formulario, reiteración de versos, temas y motivos estandarizados, uso de epítetos. A su vez, se utiliza el hexámetro dactílico que le aporta unidad rítmica a la composición final.

Homero y “la cuestión homérica”.

Los griegos atribuían estos dos grandes poemas a Homero. Los estudiosos han demostrado que ambas epopeyas constituyen, en realidad, la culminación de una larga tradición de poesía oral. A lo largo de los siglos hasta su fijación por escrito en el siglo VIII a. C., se habrían incorporado los relatos e interpolaciones que componen los textos que hoy conocemos.
El análisis interno de la Ilíada indica que fue compuesta entre el 750 y el 700 a. C. en Jonia. Muchos de los especialistas coinciden en señalar que la Odisea no fue compuesta por el mismo autor, ya que hay diferencias considerables de estilo y de tono entre los dos poemas. Ambos muestran características de la épica oral. Fueron compuestos para ser recitados o cantados en voz alta con acompañamiento musical. Los hechos narrados, los temas recurrentes y gran parte de los versos corresponden a las características de la poesía épica de transmisión oral, pero la estructura de los poemas, la clara y consistente caracterización de los personajes principales y la atmósfera de cada poema,  tradicionalmente se atribuye a Homero por la composición y unidad de ambas obras.
Apenas existen testimonios fiables del poeta: con toda probabilidad, él mismo era un aedo que vivió y trabajó en Jonia, según se deduce del predominio del dialecto jonio en sus poemas y del conocimiento bastante preciso de la región cercana a Troya. El estudio de la lengua y las referencias de los poemas permiten datar solo de forma aproximada la composición de las obras: la Ilíada, hacia la mitad del siglo VIII, y la Odisea, cerca del fin del mismo siglo. De hecho, las notables diferencias que presentan los dos poemas en la construcción técnica, el estilo, la lengua e, incluso, la concepción del mundo han llevado a algunos estudiosos a afirmar que, en realidad, se trata de obras de autores diferentes; otros, sin embargo, argumentan que tales diferencias se pueden explicar perfectamente como el fruto de la evolución artística desde la juventud a la madurez de un único poeta, Homero. Pero ninguna de las dos posiciones resulta concluyente.
Homero, con la Ilíada y la Odisea, supone para nosotros el comienzo de la literatura griega. Estas obras recogen las hazañas de un tipo especial de hombre: los aristós (hombre distinguido, noble, aristócrata). Homero da forma definitiva a esa diversidad de leyendas que se recitaban en forma aislada.

La religión griega y sus dioses.

Para los griegos, la religión surge de la necesidad de dar explicación a fenómenos de la naturaleza y de la vida humana. Por eso divinizaban los fenómenos que no podían explicar.
La religión griega es politeísta, antropomórfica, natural y por tanto, carece de un dogma al que los hombres puedan ceñirse. También es una religión aristocrática, cuyos dioses son el reflejo de la sociedad noble jónica y están sujetos a una ordenación jerárquica. Los dioses han sido creados a imagen y semejanza de los hombres. Poseen sus mismos defectos y pasiones pero son inmortales, eternamente jóvenes y despreocupados, se alimentan de néctar y ambrosía. Mantienen rivalidades entre ellos, durante la guerra, toman partido por uno u otro bando y tienen héroes predilectos. Solo hay una fuerza que está por encima de los dioses y se puede identificar con el Destino, el nombre griego es moira. A esta fuerza están sometidos héroes y dioses.

El héroe griego

Genealógicamente están emparentados con los dioses y suelen ser antepasados de alguna familia ilustre.
Durante la narración de los enfrentamientos en el campo de batalla, son frecuentes los combates singulares (enfrentamiento entre dos héroes aislados, sin apoyo del ejército), que destacan la destreza de estos héroes en la lucha. Estos aristoi son los mejores entre los guerreros y el resto de los hombres dependen de ellos.
El héroe siempre está dispuesto a morir en la lucha, como prueba de su heroísmo.
Este comportamiento que define al guerrero como un héroe destacado entre los demás guerreros, se conforma también a partir de una cierta moral y características que se definen como parte del areté, propio de los aristoi (de la palabra aristós: distinguido, selecto). El areté es la expresión del más alto ideal caballeresco unido a una conducta cortesana (de la corte, propio de la nobleza) y a un heroísmo guerrero. Por tanto, el areté es el atributo del hombre noble que posee destreza y fortaleza física para la guerra. También dentro del concepto se incluyen determinadas “excelencias espirituales”: valor, elocuencia (dominio de la palabra, capacidad para convencer a los otros), sabiduría; así como “excelencias morales y religiosas”: moderación, temor a los dioses (en el sentido de respeto, humildad para no caer en falta de hybris) y piedad.
El orgullo de la nobleza se funda en los antepasados gloriosos, cuya memoria y grandeza hay que mantener y aumentar día a día. El noble prueba su superioridad en el combate y consiguiendo la victoria, donde puede desplegar su heroísmo, destreza y fuerza. El hombre común y corriente no tiene areté. El areté necesita ser reconocido por los demás, por la sociedad a la que pertenece el guerrero. El botín de guerra es el testimonio de la valentía del héroe en la lucha. Eso explica que Aquiles decida retirarse del combate cuando Agamenón le quita a su esclava, Briseida, esta es una forma de negar el desempeño valiente del Pélida durante el combate.
La muerte del héroe en combate perfecciona el areté, preservando su fama y su gloria en la memoria de los hombres.

Palabras-clave:
Épica, epopeya, aedo, rapsoda, mito, mitología, moira, aristós, aristeia, areté, hybris, sofrosine.